Claudio Fermín: Políticas que producen pobreza
La pobreza no es una fatalidad. La pobreza no ha sido por mala suerte. La pobreza tiene causas que están frente a nosotros, en nuestras narices. Hay que cambiar de conducción
Globovisión G | 24-05-2023 08:59 am
La pobreza son las penurias. La pobreza niega a millones de venezolanos una vida digna. La pobreza azota a nuestra población convirtiendo la vida en penitencia. La pobreza oprime, es esclavitud del día a día, privaciones que marginan a familias, a comunidades, a pueblos enteros. La pobreza es el retrato de cuerpo entero de Venezuela en estos tiempos. La gente huye en estampida buscando una vida. Y aquí, en nuestra tierra, proliferan conflictos de toda naturaleza producto de esa miseria que se desparrama por doquier.

Sigue en olvido la agricultura. La actividad agropecuaria es un mundo apartado de los centros de poder. De poco sirven los maravillosos suelos venezolanos, tierras bendecidas, si a ellas se les da mal uso. Se desperdician doce meses de sol al año y centenares de ríos que surcan el territorio nacional. Tierras, sol, agua. Todo pareciera perderse. Centenares de miles de familias que han heredado cultura productiva y amor por la tierra abandonan el campo. Los que se quedan cambian de oficio. Sólo los privilegiados consiguen semillas. El común no encuentra manera de reparar o sustituir un tractor. Tampoco financiamiento para la siembra. Sus caseríos están aislados. La vialidad agrícola destruida o inexistente. Los servicios de salud y las escuelas en crisis. Son muchas las razones para irse y probar suerte en la ciudad. Expropiaciones de fincas porque un poderoso se enamoró de alguna e invasiones de muchas otras porque desde el poder no tenían respuestas que dar a gente necesitada de tierras fueron prácticas que destruyeron lo que había costado generaciones construir. Esas políticas reprodujeron y potenciaron la miseria en el campo. El abandono de la agricultura es la primera fábrica de pobreza.

De la persecución a la propiedad sólo quedan las ruinas. Haciendas perdidas. Zonas industriales convertidas en depósitos de chatarras. Centros comerciales vacíos y abandonados. Negocios cerrados. Edificios y otras construcciones paralizadas, a medio construir. De aquellos gritos energúmenos: ¡Exprópiese!¡Multen!¡Cierren ese negocio! ¡Invadan!, sólo queda el sabor amargo de un odio y resentimiento que nada dejó y que multiplicó la pobreza.

Un Estado que cree controlar el sistema financiero cuando en verdad lo ha extinguido. La banca prácticamente no existe. ¿Cuánto presta o distribuye? ¿Cuánto dinero pone a circular entre los venezolanos? Quedó muy atrás el tiempo cuando cualquiera acudía a una agencia bancaria a solicitar un préstamo para comprar un vehículo, para hacerle arreglos a la casa, para irse de vacaciones, para comprar una vivienda o invertir en un negocio, o un pagaré personal. Los bancos no tienen dinero para prestarle a la gente. ¿Cuánto vale la banca? Todo lo tiene el Banco Central con los “encajes legales” que amarran de brazos a la banca. Esa política pone fuera del alcance del pueblo el crédito bancario. Le quita al ciudadano un bien que necesita. Es el Estado bloqueando al ciudadano. Es el Estado produciendo pobreza. Hoy las inversiones están reservadas para quienes tienen capital propio, para quienes acumularon, para quienes tuvieron capacidad de ahorro, es decir, una contada minoría. Las mayorías no tienen acceso al crédito y opera un peligroso proceso de concentración de la propiedad en pocas manos. Este Estado produce oligarquía y pobreza.

La corrupción anda sin control, sin mecanismos preventivos que la eviten. Los organismos contralores son designados por los mismos que deben ser controlados. Una turbia solidaridad y mal entendido espíritu de cuerpo opera en ese proceso. El sentido común pide a gritos separación de poderes, autonomía de funcionamiento para los organismos contralores, pero es como hablarle a un sordo. Nada pasa. Contralor, directores, equipos técnicos, todo es designado a dedo por quien mañana puede ser investigado. Eso se repite en estados y municipios. Nadie investiga nada. El final del cuento lo sabemos: millonadas que se pierden, que alguien se las apropió o las malversó. Dinero que debió destinarse a dotación de dispensarios y hospitales, acueductos, protección social para ancianos, mejores sueldos para maestros y médicos, créditos agropecuarios y becas para estudiantes. La corrupción reproduce pobreza y miseria.

Este estado gigante que se ocupa de todo, de bombas de gasolina, tiendas en los aeropuertos, hoteles, manejo de fincas, líneas aéreas, cementeras, bancos que no prestan a nadie y Registros que son grandes negocios en vez de un servicio público, llega ya a cuarenta y cuatro ministerios cuyas nóminas y funcionamiento mantiene junto con centenares de empresas del Estado que nada producen. Ese Estado copa todos los espacios de la producción. Ese Estado que se cree muy poderoso es un gigante con pies de barro porque ha terminado atomizando el presupuesto, a cada Organismo le asigna una boronita y todos son deficitarios. A duras penas tienen para pagar la nómina. No disponen de fondos para invertir ni para desarrollar programas El Estado es una gran mentira. Ese Estado que tiene decenas de ministros, viceministros, directores, jefes, guardaespaldas, asistentes, pero no es capaz de garantizarle al pueblo insumos en los hospitales e ingresos dignos a los maestros es un Estado que reproduce la pobreza.

Una élite política impulsó sanciones para impedir que PDVSA vendiera petróleo y gas. Estaban seguros de tumbar al gobierno al asfixiarlo económicamente. Creyeron que de esa manera el gobierno estaría impedido de responder a los reclamos del pueblo y éste, descontento e indignado, se levantaría y lo depondría. Acertaron en todas las partes del plan: cayeron dramáticamente los ingresos; el gobierno se ha quedado sin respuestas; el descontento popular está en su más alto nivel. Pero no tumbaron al gobierno. El plan de agravar la crisis, del bloqueo económico, sólo opero contra el pueblo. Sigue el mismo gobierno. Esos planes violentos y antipatrióticos sólo generaron más pobreza.

La pobreza no es una fatalidad. La pobreza no ha sido por mala suerte. La pobreza tiene causas que están frente a nosotros, en nuestras narices. Hay que cambiar de conducción.

claudioefm@gmail.com

Por Claudio Fermín
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