El Papa acepta el consejo de los médicos y sigue el Vía Crucis nocturno desde su casa
Francisco ha escrito catorce meditaciones de gran valor místico, el texto más íntimo de su pontificado
Globovisión G | 29-03-2024 08:24 pm
El Papa Francisco ha decidido no participar en el Vía Crucis de este viernes por la noche en el Coliseo de Roma, "para preservar su salud de cara a la Vigilia de mañana y la Misa del Domingo de Resurrección", según ha explicado el Vaticano. Sí que participó por la tarde en el triduo pascual en la basílica de San Pedro. El Pontífice ha seguido las meditaciones desde su casa.

En el Coliseo se han leído las meditaciones que él mismo ha escrito para esta ocasión, en las que reflexiona sobre cada una de las catorce estaciones que evocan el camino de Jesús hasta el Calvario. El texto inédito es una oración profunda e íntima de gran belleza poética y mística, en el que el Papa se inclina ante otras cruces de nuestro tiempo, como la dignidad pisoteada de las mujeres, los insultos en Internet o el abandono de los niños.



A las cinco de la tarde Francisco presidió los oficios de este Viernes Santo en San Pedro. Entró ya revestido con los paramentos litúrgicos rojos y participó en la procesión inicial llevado en silla de ruedas. Inmediatamente se detuvo unos instantes en silencio ante el crucifijo del altar de la confesión, como es tradicional en el Vaticano. Luego, en vez de acercarse él al crucifijo, unos diáconos se lo acercaron para que lo venerara.

El Papa presidió el rito de una hora y media desde un lateral y la ceremonia, rezando algunas oraciones con voz fuerte, y sin rastro del resfriado que le impidió hasta hace poco leer discursos largos.

Más tarde, después de las nueve y cuarto de la noche, ha seguido desde su residencia, Santa Marta el tradicional Vía Crucis en el Coliseo de Roma. Unos quince mil peregrinos han escuchado en un conmovedor silencio las meditaciones que ha escrito para este día y que el Vaticano ha publicado bajo el título 'En oración con Jesús en el camino de la cruz'.

Se trata del escrito más personal de los que Francisco ha preparado desde que fue elegido Papa. Al hilo de los episodios de la Pasión habla en primera persona y se dirige directamente a Jesús para ponerle delante sus propias dificultades y sus batallas más íntimas, junto a las de toda la Iglesia.

"No nos pides lo imposible, sino que permanezcamos cerca de ti. Y, sin embargo, ¡cuántas veces me he alejado de ti! Cuántas veces, como los discípulos, en lugar de velar, me dormí, cuántas veces no tuve tiempo o ganas de rezar, porque estaba cansado, anestesiado por la comodidad o con el alma adormecida!, comienza el texto. "Cuando las cosas no van bien y me vuelvo intolerante, dame la fuerza para amar y volver a empezar", implora más adelante.



En la primera estación reconoce su "desconcierto" ante el silencio de Jesús, que interpreta como "oración, mansedumbre, perdón, vía para redimir el mal". "Jesús, me doy cuenta de que apenas te conozco porque conozco poco tu silencio, porque en el frenesí de las prisas y del hacer, absorbido por las cosas, atrapado por el miedo de no mantenerme a flote o por el afán de querer ponerme siempre en el centro, no encuentro tiempo para detenerme y quedarme contigo; para permitirte a ti obrar en silencio", admite. "Jesús, tu silencio me estremece, me enseña que la oración no nace de los labios que se mueven, sino de un corazón que sabe escuchar", concluye.

En su escrito, el Papa menciona las "cruces" que encuentran las personas de la calle, "una enfermedad, un accidente, la muerte de un ser querido, una decepción amorosa, un hijo que se perdió, la falta de trabajo, una herida interior que no cicatriza, el fracaso de un proyecto, una esperanza más que se malogra". Y, ante estas situaciones, lamenta: "Me encierro en mí mismo, rumiando mentalmente, escarbando en el pasado, quejándome, hundiéndome en el victimismo, paladín de negatividad".

También habla de las dificultades para "pedir ayuda", ya sea por miedo a dar la impresión de que no estar a la altura de las circunstancias, o porque la preocupación por quedar bien y lucirse". "No es fácil confiar, y menos aún abandonarse", abunda. Explica que "amar significa socorrer a los demás precisamente en las debilidades de las que se avergüenzan" y pide a Dios ayuda para bajar suss defensas y dejarse amar por Él justo ahí, donde más se avergüenza de sí mismo.

"Basta un teclado para insultar"
Se lee en clave autobiográfica su mención a la experiencia de ser insultado por parte de quienes "emiten juicios y condenas, arrojando sobre ti infamia y desprecio". "Sucede también hoy, Señor; basta un teclado para insultar y publicar condenas", agrega.

En otra de las meditaciones, pide ayuda para "reconocer la grandeza de las mujeres, las que aún hoy siguen siendo descartadas, sufriendo ultrajes y violencia". E invita a escapar de la indiferencia "ante la locura de la guerra, ante los rostros de los niños que ya no saben sonreír, ante sus madres que los ven desnutridos y hambrientos sin tener siquiera más lágrimas que derramar". "Sacúdeme por dentro, dame la gracia de llorar rezando y de rezar llorando", pide a Dios.

Dice que una persona de fe no puede mostrar indiferencia hacia quienes "están despojados de dignidad", "los cristos humillados por la prepotencia y la injusticia, por las ganancias injustas obtenidas a costa de los demás y ante la indiferencia general». Y se pregunta: "¿Rezo sólo para cubrir mis propias necesidades y revestirme de seguridad?". Asimismo, alerta de una religiosidad vivida sólo de puertas adentro, «de un culto hecho de convencionalismo y exterioridad", "de la convicción de que en la vida todo está bien si yo estoy bien".



Invita a reconocer y amar a Dios descubriendo el rostro de Cristo crucificado en "los niños no nacidos y aquellos abandonados", en los «jóvenes en espera de que alguien oiga su grito de dolor", en "los numerosos ancianos descartados", en «los prisioneros y en quien se encuentra solo", y en "los pueblos más explotados y olvidados". Y, frente a la apuesta cristiana de "vivir el presente con amor", solicita no perder el tiempo preguntándose qué habría pasado con otras circunstancias vitales: «Si yo hubiera tenido mejores padres, si me hubieran comprendido y amado más, si mi carrera hubiera ido mejor, si no hubiera tenido aquel problema, si tan sólo no sufriera más, si Dios me escuchara".

El Papa concluye esta extensa meditación presentando a Jesús "las familias y las personas que han rezado esta noche desde sus casas; a los ancianos, especialmente a los que están solos; a los enfermos, gemas de la Iglesia que unen sus sufrimientos a los tuyos".

El año pasado tampoco pudo participar, pues acababa de ser dado de alta del hospital, donde le habían tratado una infección pulmonar. Este año, aunque está recuperado de los problemas respiratorios de las últimas semanas, sus médicos le han pedido que no se mueva de casa. Y ha aceptado el consejo.

Catorce peticiones a Dios
El vía crucis escrito por Francisco se cierra con catorce peticiones a Dios, que van desde ser "sanados de la amargura y del resentimiento, del prejuicio y de la desconfianza" hasta aprender a «amar y a perdonar, a vencer la intolerancia y la indiferencia, a no quejarse»; pasando por la gracia de ser liberado «de juicios temerarios, chismes y palabras violentas y ofensivas».

Pide también que su oración "abrace a los hermanos y hermanas de tantas partes del mundo que sufren persecución» a causa del nombre Dios; "a los que padecen la tragedia de la guerra" y a los que, "sacando fuerzas" de Él, «cargan con pesadas cruces".

Habla de la paz para "el mundo" y de que se proteja "a la Iglesia y a la humanidad". También serenidad en los corazones. "Líbrame de juicios temerarios, chismes y palabras violentas y ofensivas", implora.

Fuente: ABC
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