Kico Bautista: Por tu culpa, por tu grandísima culpa
El periodista sostiene que"María Corina es la continuidad de Carmona y de Guaidó aunque no lo reconozca". Agregó que "a ella no le importa ganar las elecciones en el 2024". Busca "una oportunidad para desplazar a UNT, AD y PJ" del liderazgo opositor
Globovisión G | 06-03-2023 04:21 pm
Cuando el senador por Texas, Ted Cruz, contrató a Cambridge Analítica para que investigara sus posibilidades en la convención republicana del año 2016, nunca imaginó lo que iba ocurrir con aquel informe bomba, súper explosivo.

Las recomendaciones de la empresa de comunicaciones inglesa, más que una sorpresa, terminaron siendo un paquete de sugerencias duras y hasta racistas que no fueron para nada del agrado del senador Cruz de origen hispano. Tanto, que al leerlas, traducido al español, dijo algo así como…“Ni de vaina”.

Fue tal el impacto que tiró el informe a la basura y dio por perdidos los reales de la investigación. Pero, estaba profundamente equivocado en su visión del destino de la política de su país.

La carpeta, llena de recomendaciones extremas, fue a parar a la oficina de Donald Trump. Al contrario que su rival republicano, al famoso empresario sí le gustó y puso en práctica todo el plan de sugerencias de la empresa especializada en comunicaciones. Fue así como Trump produjo la sorpresa y le ganó la presidencia a Hillary Clinton.

Tump comenzó a repetir en su campaña que los mexicanos eran un peligro, al igual que otros grupos de extranjeros, para la mayoría blanca norteamericana. Trabajaban por menos dinero y desplazaban a los nacidos en el país de las barras y de las estrellas en el mercado laboral.

También prometió devolverle el honor y la grandeza a los EEUU. En esa ruta, dirigió su campaña contra la clase política tradicional, los Clinton y los Bush, a la cual acusó de traición, de defender sólo sus propios intereses y descuidar los de la mayoría del pueblo norteamericano.

A todos los políticos los trató como culpables, colaboradores de los comunistas y de las grandes corporaciones multinacionales que se querían apoderar del mundo y que en sus planes tenían como objetivo principal destruir a los Estados Unidos.

Al escuchar este discurso; extremista y vengativo, salieron los intelectuales, los artistas, Hollywood completo y sus rivales en el Partido Demócrata a caerle encima por todos los medios de comunicación tradicionales.

Terminaron haciéndole la campaña gratis a Trump y ayudándolo a llegar a la Casa Blanca. El sentimiento descubierto por Cambridge Analítica fue el deseo de venganza creciente en la sociedad americana.

El truco: segmentar electores

El discurso de Trump no era para el consumo de los liberales o las minorías urbanas. Estaba destinado a la mayoría blanca rural que, según los estudios de Cambridge Analítica, no solo pensaba de manera conservadora, también añoraba un liderazgo carismático y diferente.

Las encuestas no se equivocaron nunca. Trump perdió la votación popular pero obtuvo los votos electorales necesarios para convertirse en Presidente.

Copia al carbón

La señora María Corina tiene una estrategia muy parecida a la de Trump, solo que Venezuela no se parece en nada a los Estados Unidos.

Sin embargo, su discurso está bien ubicado. No está dirigido al 80% del país. Busca un segmento más pequeño, al radical de la clase media que todavía cree en que dictadura no sale con votos y apuesta a las salidas de fuerza.

A ese 15, 10% que va a votar en las primarias y que vive en la ficción de las redes y no en el mundo real donde el 70% ya no quiere saber nada de la política, menos de las narrativas de odio o de venganza que al parecer pasaron de moda.

La oposición extremista se mantiene en la misma política que ha sido derrotada todos estos años. No cree que la abstención, el golpe de Estado o la invasión sean una equivocación. La explicación de los tantos fracasos es otra. La culpa es de otros. Resulta que hay unos alacranes, unos grupos colaboracionistas que trabajan, full chola, para que Maduro continúe en el poder.

No le hagamos el favor a María Corina de repetir que ella no tiene nada que ver con los errores que ha cometido el liderazgo, que ella es diferente. Si somos objetivos concluiremos que es más de lo mismo.

Tampoco de alabar su coherencia que es más terquedad que otra cosa. A ella no le importa ganar las elecciones en el 2024. Lo suyo es una oportunidad para desplazar a UNT, AD y PJ de la conducción de la oposición. No oculta que sigue pensando que la salida es por la vía de la fuerza y no por elecciones.

Calle, calle y más calle

Hagamos un ejercicio de memoria. En el 2017 perdieron la vida más de 150 jóvenes en las protestas de calle que se realizaron por todo el país durante alrededor de 4 meses. Ese resultado tan duro, generó una profunda tristeza entre los venezolanos y en especial en el público opositor.

Aquel sacrificio fue visto como inútil y eso dolió muchísimo. Sobre todo, porque nadie explicó nada. El liderazgo no asumió ninguna responsabilidad frente a lo ocurrido y más bien pasó la página. Cuando llegó el tiempo de votar, la elección de los alcaldes, la propia gente respondió con indiferencia.

La abstención no fue nada más que un acto de rebeldía contra el gobierno como nos han hecho creer. También fue una señal frente a la falta de sentimientos del liderazgo al que sólo parecía interesarle llegar a Miraflores y no la vida de la gente.

Recordemos que la única que dijo algo sobre el asunto fue María Corina. Señaló que la oposición no perdía sino que había unos traidores que vendían la lucha de los venezolanos al gobierno. De allí viene todo este cuento del colaboracionismo.

Esa excusa, se convirtió en una etiqueta que le ha servido al radicalismo para evadir sus culpas. Ese discurso contribuyo, a la larga, al surgimiento del interinato. María Corina es la continuidad de Carmona y de Guaidó aunque no lo reconozca.

Más de lo mismo

Sigamos haciendo memoria. Guaidó apareció como un líder nuevo, sin prontuario. No tenía nada que ver con el fracaso opositor. Era un desconocido y con los americanos detrás, representaba la posibilidad real de una salida rápida a la crisis del país. Más del 60% creyó que podía cumplir lo que los políticos tradicionales no habían logrado.

Pero, el “Mantra”, también terminó en derrota y en consecuencia generó una frustración más despiadada. El problema era y sigue siendo la política. La pérdida de fe en el liderazgo se relaciona con la promoción de unas enormes expectativas que no se cumplieron jamás.

¿Ha cambiado en algo ese discurso del “vete ya”? No, el extremismo se niega a discutir sus errores y vive en las redes hablándose a sí mismo. Está cerrado a cualquier razonamiento. Sufre de un complejo de culpa a la inversa donde los demás no sirven y ellos son los únicos que tienen la razón.

Golpes fallidos

Pero, la verdad es otra. En Latinoamérica y en el mundo, donde se han presentado conflictos entre dos fracciones irreconciliables, violencia o autoritarismo, los cambios han sido posibles gracias a la negociación y a los votos.

En Venezuela la experiencia demuestra que es una equivocación intentar derrotar a un ejército profesional con manifestaciones de calle. Con cauchos quemados y piedras. Igual que con conspiraciones donde no se produce una ruptura mayoritaria en el mundo militar.

Después de la caída de Pérez Jiménez se han producido numerosos intentos de golpes de Estado y ninguno ha podido lograr sus objetivos.

Desde la intentona contra Larrazábal en 1958, pasando por la sublevación de Castro León en los 60 hasta la guerra insurreccional del PCV y el MIR en los tiempos de Betancourt y Leoni, sumándole a Chávez el 4 de febrero de 1992 o Carmona el 11 de abril del 2002, en todas las conspiraciones que se han puesto en escena en estos 65 años, el resultado ha sido el mismo, un eterno fracaso.

Insistir en llamar a la intervención extranjera representa una ofensa a la soberanía nacional y constituye un error estratégico grave. Llamar a los militares a dar un golpe amenazándolos con la muerte, con la invasión de los americanos es una demostración de poca formación y de un mínimo de sentido común.

Repetir y repetir el mismo error

El discurso de la oposición extremista ha repetido el esquema del 11 de abril todos estos años y lo que ha ocurrido es que tanto Chávez como Maduro se han atornillado en el poder.

No pudo Trump ni sus aliados producir una salida de fuerza y eso no tiene nada que ver con el protagonismo de este o aquel dirigente. Si hubiese sido María Corina en vez de Guaidó el resultado sería más o menos el mismo.

Recordemos que la señora Machado pidió que aplicaran el TIAR, llamó a las FANB a deponer el “régimen” al igual que pidió la invasión de los marines y demás propuestas de carácter armado que han estado en el tapete en todos estos años.

El problema es que esas políticas eran y continúan siendo erradas. De nada sirve subirle volumen a la “amenaza creíble”. Insistir en que la solución de nuestros problemas se resuelve con las fuerzas armadas de otros países en nuestro territorio, es una torpeza. No funciona porque el remedio puede terminar siendo peor que la enfermedad y eso, comprenderlo, es muy sencillo.

El riesgo de una guerra en Venezuela puede resultar en una gran calamidad. Generar una propagación del conflicto al continente y una mayor inestabilidad en toda la región. Igual puede significar que se multipliquen al máximo los problemas económicos de nuestros vecinos y desatar una crisis de dimensiones incalculables.

Una guerra de este tipo tiene sus efectos en muertes, tiempo y pérdidas materiales. Pueden ser tan devastadoras sus consecuencias que, de sólo imaginarlo, produce tanto miedo que ni la sed de petróleo o cualquier otro interés de la geopolítica la hace viable. Cómo será de malo que Elliott Abrams calificó el extremismo de María Corina como un fuera de foco, un cuento mágico al estilo de García Márquez.

Redes que atrapan

Las redes en Venezuela son un 25%. No hay plata para pagar los megas ni el streaming en los sectores mayoritarios. Tampoco hay hoy un medio predominante. Más bien tenemos una plataforma múltiple en la que conviven, en un mismo espacio, televisión abierta, radio, cine, servicio de cable, redes y todos se retroalimentan unos con otros.

Los medios tradicionales que son gratis tienen todavía una gran ventaja sobre los demás. Mantienen mucha fuerza en los sectores populares. Pero, las redes ofrecen un ritmo más rápido y envolvente. Una persona puede estar pegada al celular, en promedio, entre 3 o 6 horas.

Los jóvenes ya no ven televisión ni escuchan radio. Tampoco andan pendiente de la política. El streaming ha ido desplazando los servicios de cable. Hay demasiadas ofertas de entretenimiento e información y poca plata.

Como cada medio tiene su especificidad y una audiencia diferente, es conveniente responder a cualquier debate o acusación pública. Sobre todo si ocurre en las redes. Si se trata de un Fake News o del ataque de un laboratorio. Las etiquetas son mortales en estos tiempos.

De manera que atender la opinión pública es más que conveniente en el manejo de la reputación de una marca, un partido o de un personaje muy conocido. Callar frente a las mentiras de los adversarios, sobre todo en el mundo político o de la economía, es ceder espacio y abrirle una puerta al negocio o la presión del chantaje.

Todos pensamos de distinta manera y ese es un principio de la democracia. No puede un liderazgo amenazar o destruir en un medio a los que disienten de sus planteamientos sin que eso signifique una forma de autoritarismo. Venga de donde venga.

Necesitamos devolverle al país el contenido de justicia que significa la democracia, siempre asociados a la civilidad, a la convivencia y a los derechos constitucionales de la gente.

Un bolero llamado Venezuela

La más reciente investigación de la escuela de psicología de la UCAB confirma que el país se siente herido, triste. Hay mucho dolor por la pandemia y la gente que perdimos. También, por los amigos o familia que se han ido al exterior. La situación económica es la causa de mayor estrés.

La mayoría no quiere más conflictos. Quiere salirse de la queja y de la confrontación. Estamos hablando de más del 70% de los venezolanos. Es la hora de ponerle un parado a la confrontación, a los extremos de uno y otro lado. Pensar en un país de todos. Donde la gente que respalda a la oposición o al gobierno sean tratadas como pertenecientes a un mismo pueblo. La urgencia es salir de la crisis, vivir mejor.

En un escrito reciente del economista Víctor Álvarez señala que descalificando a la Alianza Democrática o a los que piensan distinto, los extremistas de la oposición cometen un error muy grave. Por ese camino no habrá unidad ni victoria. Se gana sumando no excluyendo. Insistir en dividir, escribió Álvarez, es hacerle el juego a Maduro y una demostración de inmadurez política.

Ahora, todas estas reflexiones probablemente no significan nada para el extremismo. El radical está lleno de dolor. Ha sido atacado de muchas maneras y con tanta violencia en sus valores y principios que se ha vuelto igual a su agresor.

La emocionalidad cerrada, el odio, le impide discutir cualquier razonamiento. No hay manera de entrarle a menos que el discurso que lo adversa tenga además de una lógica, una enorme pasión que lo conmueva y lo ponga a pensar. Esta reflexión puede ser ampliada en cualquier investigación moderna sobre la comunicación emocional.
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